Viajando y volandO

Harley Davidson: no es cierto. Salida nocturno-navideña.

Diciembre 2008

Llevo mucho tiempo queriendo probar una Harley Davidson, la leyenda, la máquina por excelencia, pero también el jierro, el barco o el tedio, según quién.
Tenía muchas cosas que probar y comprobar, tenía en mente muchas de las cosas que se han dicho en este foro, otras que he leído a lo largo de los años y otras que me han contado antiguos poseedores de estas máquinas. Así que había muchas expectativas para la experiencia.
Como una de las cosas que creo ciertas es que la calidad mejora según vayas a gastarte más pasta en una HD (como en casi todo), me decidí a probar la HARLEY DAVIDSON FXDF DYNA FAT BOB, o sea esta:

Rodrigoenvida

La Nightster me gusta en fotos:

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Pero la verdad es que en la realidad me decepcionó estrepitosamente. Me pareció una bici con motor muy cara (creo que anda por 10.800 mortadelos, la cosa). Ruedas de coña, muy fina y, en fin, no me gustó nada, lo siento, qué le voy a hacer.Aquí el par de jamelgas que había en la puerta:

Rodrigoenvida

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Ambas comparten el mismo motor y sólo se diferencian por motivos estéticos. Elegí la Bob principalmente porque me gustan los manillares horizontales y muy abiertos.

Es fascinante ver la gente que pasa por un concesionario HD, desde simples curiosos, otros en busca de regalos originales, una pareja lésbica en la que uno de los componentes lucía cara de pena y de “¿qué hago yo aquí?”, un cincuentón barbudo y delgaducho que iba a probar una Fat Boy (monstruo realmente pesado y bonito), que al salir de la tienda con el casco quita multas prestado en la mano decía mirando con pavor “estoy acojonado” con la mujer delante, etc.En fin, yo sólo quería darme una vuelta, así que adelante.

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Esta es la bicha en cuestión, negro mate, buena iluminación (a pesar de ser noche cerrada a las 18:30) y un sonido que, así de primeras, no era lo que me esperaba.
La apagué, la volví a arrancar e hice unos amagos de salir y parar. Primer problema: ¿dónde está el punto muerto, por Dios? He conducido ya un número suficiente de motos como para tener en el pie el tacto suficiente para encontrar el Neutral con cierta facilidad, pero ¡coño! No hay manera. Llamo al mecánico y le digo que no puedo meter el neutral. ¿Solución? Apaga el motor, mete en neutral y enciende el motor. Ah, de puta madre, lo único que en los semáforos voy a tardar un ratillo en salir. Buah, vale, venga, tengo fuerza suficiente para aguantar el embrague unos semáforos, ¿no somos rudos moteros?, pues venga.

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Segunda cuestión, relacionada con lo mismo. Las marchas de las motos que he probado, naked, turismo y sport son muy sensibles. Un leve toque y cambio perfecto. ¿Qué pasa con Bob el gordo? Pues pasa que somos hombres ¿o qué? Hay que apretar con fuerza, si no no cambiamos de marcha. Más tarde me explicaron que se debe a la función de soporte, es decir, que cuando vamos en marcha y queremos reposar las piernas sobre freno y cambio de marchas, si fueran muy sensibles bajaríamos de marcha sin querer, por tanto han de ser bastante rígidas. Yo pensaba que uno se compraba unos apliques al efecto, pero bueno, esto también vale.

Rodrigoenvida

Basta de charla. ¡Salimos!

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Sube mi chica a bordo, se acomoda y tiramos millas. Vamos a pasar la Pza. De Castilla y hacia la carretera de Burgos.Tras aguantar el embrague unos semáforos como un campeón y disfrutar de una postura para mí totalmente nueva, apretamos y pillamos carretera. Puntos a observar y comprobaciones:
- Sonido: Me habían dicho que un viaje largo con un trueno entre tus piernas era algo casi insoportable, que acababa pitándote el oído, muy incómodo y sólo útil para vacilar en ciudad. Falso. Al menos de serie, el sonido no era muy perceptible y desde luego nada molesto. Estaba ahí, pero era algo normal (me venía a la mente constantemente la imagen que tenéis algunos de firma de “Loud pipes save lifes” y bueno, no era muy low pero me encantó la postura de rey del mundo.
- Postura: Cojonuda, el asiento cómodo, los brazos a la altura de los hombros y bien abiertos (me imagino que en verano disfrutas el doble, yo pasé un frío de tres pares de cojones con las piernas en alto). Al principio, al salir de los semáforos me costaba encontrar los estribos, pero te acostumbras rápido. Luego la posición es muy cómoda y relajada.Mi novia se encontraba cómoda pero no más que en Valentina (mi actual). Estaba con la espalda recta pero no tenía donde agarrarse salvo a mí (he de decir que Valentina tiene un asa de esas que van al depósito). También le resultaba muy raro lo bajita que era. A Vale sube como a caballo, al gordo Bob como si fuera una banqueta.
Una cosa curiosa fue que, cuando intenté saludar a otras motos con las que me cruzaba había como una fuerza que me impedía levantar los deditos, una especie de radiación que venía de la moto...
- Potencia: Se me acababa un carril y tuve que apretarle la oreja para adelantar a dos latas. Respondió perfectamente, no sobrada, no sé cuántos caballos dan los casi 1.600 cc, pero mi Valentina tiene 110, sabía que no era lo mismo, pero ya digo que estuvo bien.
- Velocidad máxima: Iba a cien y parecía que iba a 150. Lo más que cogí fueron 120 y bien, bueno, ya sabemos lo que hay. Tampoco la puse a tope porque ni la conozco ni es mi rollo.
- Peso: Pesadas son todas las motos gordas. La Fat Boy era realmente criminal, la Nightster todo lo contrario, la Fat Bob era más o menos tan pesada como parece. Procura no inclinarla demasiado porque a lo mejor luego no puedes volver a subirla, pero es lo que me esperaba.No hablo de las grandes ligas de HD tipo Wasabi porque ni me la probé. No me puedo hacer una idea del peso, la verdad, ni lo intenté.
- En cuanto a la frenada, en carretera me pareció correcta. No buena, lo justo, ok, fale, consigo menos velocidad y punto. La poca ciudad que hice, buff, justa, justa.El típico hijoputa que se me cruzó casi en parado, bloqueo freno delantero y me derrapa (habían regado en Pza. Castilla, mala idea). Gracias a Dios lo hizo hacia delante, si hubiera sido de lado fácilmente nos hubiéramos ido al suelo porque es difícil controlar el bicho en parado.

Rodrigoenvida

Llegamos a la T1 del aeropuerto de Barajas. Sesión de fotos y nos vamos que ya es tarde.
Me jodía no tener cuenta revoluciones. “Se conduce de oído” me dijeron en el concesionario, sí, pero no ruge demasiado como para saber cuándo cambiar, al menos en el rato que la he llevado yo. Tampoco hubo problema, pero no creo que llegara ni a quinta.

La estética me gusta, pero son 17.000 mortadelos, ahí es nada. Me hicieron las mensualidades y todo.

Rodrigoenvida

Me gustó conducir la Harley. La peña miraba, la postura es cómoda y todo es maravilloso. Tanto que los 20 minutos que nos la prestaban se convirtieron en 50 porque me alejé demasiado, porque había tráfico, porque no encontraba la calle del taller…lo que quieras, pero cerraban a las siete y tuvieron que esperarme media hora. Hasta me telefonearon al móvil y todo.
Lo que no me gustó fue la charla con el prepúber del concesionario. Cosas como: “Hay una hermandad entre Harley Davidson como no hay en ningún otro sitio. Si se te avería la moto (tela), o te quedas sin gasolina, o lo que sea, la gente HD se para a ayudarte. Otras marcas, por ejemplo Honda... ¿tú qué moto tienes?“ :-O.

Rodrigoenvida

Vale tío, buena cagada. El chaval pretendía hacer corporativas todas las bondades que se atribuyen al mundo de las motos y por ahí no paso. Huy, qué bien se pasa en moto, pero sólo si es HD. Vale.
Trayendo mi moto del concesionario (CBR F) me quedé sin gasolina en la M-30 ¡y me paró un tío con una Vespa!, así que no me jodas con que sólo paran las HD. Y que si los Chapters, los HOGS, las excursiones, la gente guay, en fin.

Salió a relucir la frase esa de “a mí lo que me gusta es ir a ochenta y que me vean”, “oh, a mí me encanta” dijo el dependiente con sonrisa cuajada, la mirada perdida al horizonte y los ojos brillantes (no me lo invento, es rigurosamente cierto).Todos estos clichés y frases gastadas puede que camelen a otros, pero a mí me retumbaban y no me gustaban nada (siendo sutil). Me parecía que querían “venderme la moto” como llave para una vida mejor, ser como “ellos”.

La experiencia ha sido positiva, me ha gustado mucho, pero ahora la duda es ¿sentiré lo mismo probando una custom japo? Lo que me gustó: postura, sonido, comodidad, estética, ¿no me lo da una custom japo guapa por la mitad de precio y mayor tecnología? No lo sé, quizá la note descafeinada o con un tacto que no me guste o vete a saber, no lo tendré claro hasta que pruebe una ¿alguna sugerencia? ¿Se pueden probar así de fácil?

Espero no haber ofendido a nadie y que distingáis entre opinión y hechos.


Saludos.

PD.

Al bajar de la moto estaba muy contento. Al salir del concesionario estaba asqueado.

El comercial era agradable pero iba muy de "todos sois mis amigos, qué bonito es mi mundo".

De todos modos no digo que sea mejor o peor, yo tengo que comparar con lo que conozco, obviamente. Y no escribo esto para insultar a nadie sino para dar fe de mi experiencia y conversar con el personal.

Estareis de acuerdo conmigo en que uno tiene que comparar con lo que conoce. Si vas a comprar un coche, si tienes un nuevo amigo, una nueva casa, curro, es inevitable la comparación. Otra cosa es qué le pides al elemento nuevo. Como ves no digo "vaya mierda, mi Vale corre mucho más y eso es lo que busco".

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¿Cómo caló? En foro.

Conquista la espectacularidad de la Sierra de Gredos.

Marzo 2008

Gredos, destino motociclístico por excelencia, nos abraza entre sus montañas rocosas, pueblos acogedores y cientos de motos que recorren sus legendarias carreteras de virajes interminables. Un fin de semana sin prisas



Esta vez toca la impresionante Sierra de Gredos con un fin de semana por delante. Destino: un entorno espectacular en el valle del Tiétar, inmerso en los entresijos de la Naturaleza con mayúsculas, rodeado de montañas nevadas, árboles, ríos, riachuelos y gargantas cargadas de agua del deshielo que van a desembocar al mentado río Tiétar.
El viaje comienza un viernes por la mañana, pasamos directamente a dar una vuelta por la zona de El Escorial y entre tapas, refrescos y cotilleos motociclísticos, acaban dándonos las dos de la tarde en lo alto de La Cruz Verde. En mi defensa debo decir que ante un día excelente con sol de invierno en la montaña, buena compañía y pinchitos varios, poco se puede hacer más que entregarse a la voluptuosidad de lo volitivo, o sea, disfrutar del momento.
Venciendo no sin esfuerzo a la diosa Pereza, agarramos de nuevo por las orejas a Valentina y ponemos rumbo a Cebreros. Los pueblos de la Sierra madrileña desfilan ante nosotros: El Tiemblo, embalse de El Burguillo (impecable paisaje, bonita carretera, curvitas divertidas), Navaluenga, Burgohondo, Hoyocasero, Venta del Obispo.



Camino de Navalosa, por la AV-905, fluímos por una carretera de esas que crean afición por el viaje. Grandes curvas y contracurvas se enlazan entre sí, apenas tráfico que nos entorpezca y el que hay es fácilmente evitable por la visibilidad y calidad del asfalto. Curvas rápidas y largas, poco agudizadas, sencillas, agradables, te sientes fluir, deslizarte, gozar. Paramos a hacer unas fotos y nos damos cuenta de que vamos hacia unas montañas nevadas increíbles, carretera poco habitada, aún no me he ido y ya quiero volver.


La subida al puerto de Mijares - así como su descenso - es un recorrido de curvas sin fin, dejando atrás unas vistas realmente espectaculares. Aunque muy poco transitada y en buen estado, por su estrechez la carretera no incita a las prisas y si a la contemplacion y alguna parada.

Llegamos a la Venta del Obispo, tres casas en una intersección de carreteras, pero su fama habla por sí sola. Nuestra intención era comer allí, origen de tantas peregrinaciones motociclístico-gastronómicas, pero eran las cuatro y media y al hambre la rebasamos hace ya unos cuantos kilómetros, así que continuamos camino tras eso sí, regalarnos un cafetito para animarnos un poco. Dejando a los lugareños disfrutando de una partida de cartas y unas mejillas entre ligeramente rosadas y manifiestamente amoratadas, nos quedó patente la atracción que esta zona tiene para las motos. Un buen número de ellas se agrupaba en torno al restaurante y no paraban de llegar y pasar más. Incluso oí que uno de los que se iba les comentaba al resto que tenían que estar en hora y media en el estadio Santiago Bernabéu porque tenían entradas para un partido. Tú verás, no sé si verán el partido, pero de lo que estoy seguro es que no van a ver el paisaje que yo acababa de disfrutar.


Izquierda: Arenas de San Pedro es uno de esos destinos preferidos por los amantes de las curvas y el disfrute gastronómico. La costumbre está asentada con el paso del tiempo hasta el punto de llegar a aparcar las motos de los comensales en la misma terraza de los establecimientos hosteleros.

No hay problema con éso creía yo, pero empieza a haberlo por lo visto. Vamos hacia Arenas de San Pedro, con lo que hay que pasar por el bendito y renombrado Puerto del Pico, así que nos ponemos en camino por unas largas rectas. Vamos tranquilos a 120-130km/h, cuando un pitido salvaje y crudo me asalta y me hace sangrar el oído. Un individuo con una CBR 600 RR y una carencia evidente de vergüenza y de db-killer nos pega una pasada y me asusta realmente porque ni lo vi venir. Al tipo con paquete en el colín le siguen otros tres RR, el último de verde y con Kawa - es lo único que conseguí ver, tras acordarme de sus familiares más cercanos y una vez pasado el susto, me encuentro con que están parados en la cuneta unos pocos cientos de metros más adelante como esperando a alguien o buscando a sus padres, aún no lo sé, así que sigo. Pero antes de llegar al inicio del mentado puerto vuelven a adelantarnos de nuevo de manera brusca y descuidada pero muy fardona los mismos tres tipos, esta vez con la diferencia de que de frente venían dos motos de la Benemérita, lo que me alegró porque pensaba que les pararían por saltarse la línea continua.




“Puerto de Mijares 1570 m”, reza la cumbre coronada por un asfalto cubierto de pintura con motivo de los eventos ciclistas que suele albergar la zona. Durísima coronación y no menos difícil su descenso. El cambio de temperatura es muy notable a esas alturas.










Una de las atractivas actividades que nos ofrece el valle del Tiétar es seguir el recorrido de las gargantas y ríos que nos llevarán por entornos olvidados ya sea a caballo, en bicicleta o a pie.

Otra vez nervioso, continuamos por el puerto bajándolo hacia Mombeltrán, que promete ser muy divertido pero será en otra ocasión, ya que el tráfico enorme de motos lo hacía recorrer a trompicones, pendiente de que alguien de frente nos señala que sube la Guardia Civil, que el otro nos quiere adelantar porque le estorbamos, que Stoner viene de frente etc. Con lo que al llegar abajo decido parar y hablar con mi pareja. No pasa un minuto cuando comienzan a venir verdaderas oleadas de motos como bandas de “outlaws” chungos pero pluridisciplinares: Harleys, japos, deportivas, turistas, naked. Y escucho a un piloto preguntar a un local algo sobre que dónde hay una comisaría, lo que me hace pensar que en ese ambiente debe estar a la orden del día piques, caídas o qué sé yo, más buena fama para los motoristas. Pero de nuevo, el unirme a uno de esos largos grupos de motos variadas me devuelve la fe en la humanidad motociclística cuando atravesamos pueblos con ese grupo de grandes desconocidos y la gente se para a saludarnos.




Las diferencias entre ambas caras del puerto de Mijares son manifiestas: asfalto, vegetación, temperaturas y panorama cambian en apenas unos metros al cruzar el punto más alto del monte.





El grupo se va disipando y quedamos siguiendo a quien debería ser un local debido al conocimiento de las curvas, divertidas y rápidas, que se nos escapaba poco a poco pero sin remisión.
Así alcanzamos Arenas de San Pedro, destino de veraneantes y lugar de paso una vez más de decenas de motos. De allí salimos hacia Candeleda, un pequeño pueblo cercano a nuestro destino. Las carreteras empeoran aunque no el paisaje. Llegamos sobre las nueve de la noche, la ducha nos llama a gritos, la cena y ese merecido descanso que ansiábamos.
La Sierra de Gredos permite disfrutar de la naturaleza de muchas maneras: ciclismo de montaña, treking, equitación, gastronomía, montañismo, o el término técnico de un paseo: paisajismo. Así que tras haber aceptado varias de esas invitaciones, el domingo con gran pesar en el alma y con la promesa de volver, nos ponemos camino a casa.
Comemos en Arenas de San Pedro y por cambiar nos dirigimos al Puerto de Mijares en lugar del del Pico, unos doscientos metros por debajo.
El camino a Mijares se nos hace un poco largo y más aún cuando por una confusión en la señalización nos dirigimos hacia Piedralaves en vez de a Casavieja, un error de un buen montón de kilómetros que nos derrota un poco y nos hace pensar en cambiar de ruta. No obstante somos fuertes y constantes y volvemos hacia el pueblo de Mijares, bastante desangelado, y continuamos hasta el punto más alto.











Frío, viento, soledad e impresionantes vistas. “Vámonos, que no queremos que nos caiga la noche por esta zona”, paisaje de grandes peñas asomadas a la carretera y pequeñas cascadas nacidas a base de desgastar roca, se asoman al alcance de la mano desde la carretera. Curvas, curvas y más curvas ratoneras que ya hacen mella en las muñecas, la vista y las lumbares. Llegar a Burgohondo nos sabe a triunfo, tomémoslo con calma, un refresco, un descanso y ahora seguimos.
El camino hacia Madrid lo recorrimos con poco acierto por San Martín de Valdeiglesias, carretera en obras, cae la noche, atasco digno de puente en gran ciudad, pero llegamos sanos y salvos y a buena hora. Parecía que las latas jamás iban a salir de allí, casi nos hace olvidar la espectacularidad de la naturaleza que dejamos atrás. Volveremos, seguro.



TEXTO Y FOTOS:
RODRIGO ÁLVAREZ JUEZ

Datos personales

Madrid, Madrid, Spain
rodrigoajuez@hotmail.com